Escrito por: Valeria Calderón
Al buscar un juguete para un pequeño, lo primero que viene a la mente es su tamaño, para que no termine metido en la nariz, en la garganta u ocasione una lesión o asfixia. Con mayor razón cuando el bebé pasa de los brazos al piso y se mueve por todos lados, momento de hacer las adaptaciones y cambios necesarios, en vez de que sea el pequeño quien deba adaptarse al fantástico mundo de exploración y conocimiento que lo espera.
Al elegir un juguete se piensa en si ya sabe armar y desarmar, si prefiere los de fichas o si ya se conoce de alguna habilidad o preferencia. Y nos damos cuenta que también les es suficiente jugar con piedritas, flores y lo que esté a su alcance. Los grandes también tenemos entretención con juguetes variados: coleccionamos cosas y tenemos juegos de arena o de bolas en las oficinas, entre otros. Jugar es de chicos y grandes. Y quién dijo que las niñas no pueden jugar con juegos de niños y viceversa.
El mejor juguete no es el de moda o el más recomendado para desarrollar los sentidos. El mejor es el que abre la puerta para explorar; para descubrir. Y así, sin más, aparece la estimulación, la coordinación, el tema motriz, y el entendimiento de que luego de una causa, hay un efecto. El mejor juego será aquél que sirve para que el pequeño se entretenga solo o con los demás; el que le cause diversión; el que lo eduque de forma pausada y placentera. Sin imposición. Sin obligación. Aquel que ponga a volar su imaginación y su inventiva. Más adelante se sumará el juego que lo haga integrarse y socializar, más que competir. El mejor juego será aquél que permita que afloren sus emociones, y le enseñen a dar desenlace a un dilema, a enfrentar sus temores, fantasear y proyectarse hacia el confrontar los miedos, trabajar la fantasía y mirar hacia el porvenir.
Y puede ser un pedazo de papel, un plástico. Una rama, o un balde con arena. También harina, granos, ollas. Puede ser un disfraz creado con la ropa de mamá, con colores, plastilina o barro. Puede ser una bicicleta o un carrito. Puede ser un electrónico, o bloques para construir. ¡Hay tantas alternativas!
Jugar crea un espacio sin fronteras. Qué mejor que ese espacio sea estimulante, divertido y espontáneo. No se necesita mucho para jugar. ¡Y da tan buenos resultados!