Idilio de los 3 meses

Me enamoré del embarazo en los primeros tres meses. El primer mes ni lo contemos porque no me había dado por enterada, tratando de no ilusionarme y esperando que pasaran los días a ver si doña menstruación hacía de nuevo su aparición. Me enteré con 6 semanas y hasta ahí ningún malestar que me hiciera sospechar de algún cambio.



Con la felicidad del embarazo pensé que me llegaba otra alegría también: por fin se acababa la aburridora pregunta de conocidos y ni siquiera tan conocidos: ¿para cuándo el bebé?. Nadie debe nunca hacer esta pregunta, ¡en mi opinión! Es imposible saber a ciencia cierta qué pasa con las parejas y sus planes de familia. Algunos quieren esperar, otro están intentando y no han podido, por último hay quienes han decidido no tenerlos y ¡esta bien! En cualquiera de los casos siempre toca contestar cualquier bobada y listo. Nadie va a exponer su intimidad por resolverle la duda a unos cuantos curiosos que jamás quedan satisfechos. Se siente uno juzgado de no haber cumplido con un requerimiento indispensable. Nosotros decidimos esperar casi tres años después del matrimonio para empezar a pensar en hijos y les pareció eterno a algunos, pero definitivamente no a nosotros.
Algo debo confesar antes de seguir, que muchos no saben de mi personalidad: yo tengo síntomas de mi embarazo en mi manera de ser. ¡Es cierto! Me encanta dormir, lo prefiero a veces a las fiestas y las trasnochadas. Como mucho y cosas que me provocan porque sí. Se me antojan las cosas porque llego a una ciudad donde sé que las venden, porque alguien habló de ellas o por que las vi en una foto. Amo el mango, la guayaba y casi cualquier fruta con limón y sal. Las como casi siempre entre comidas. Me acuesto temprano para levantarme a yoga los fines de semana y si trasnocho también me levanto y paso el guayabo en clase, pero no falto. Mi esposo tiene restaurantes y siempre me obliga a probar cosas diferentes, es más, viajamos con ese propósito a lugares del mundo. Yo ya parecía embarazada mucho antes de estarlo.
Los primeros tres meses de embarazo fueron de amor absoluto. Mareos al levantarme que se iban justo después del desayuno. La solución era siempre comer aunque no provocara y cualquier cosa funcionaba, galletas de soda, queso, fruta, pan etc. Le bajé a mis largas jornadas de ejercicio y empecé a comer más. Viajaba, caminaba y no me cansaba. Vomité en el baño de un restaurante en Bogotá y un fin de semana completo de viaje. Salvo estas contadas ocasiones, me sentía perfecta. No me engordé, por el contrario me adelgacé y después de leer sobre el tema es más normal de lo que pensaba. Oía las historias de mis amigas sobre los días completos en cama sin poder ir a trabajar y sólo pensaba lo bien que mi cuerpo estaba reaccionado. Era el secreto más lindo que habíamos guardado y hablado cada vez que estábamos solos.
Con el paso de las semanas empecé a contarles a mis familiares y amigos más cercanos. Una sensación muy linda la de saber que tantos se alegran con tu felicidad. Mis amigas sólo sumaban, entre burlas, una más al clan de embarazadas que iban apareciendo. En mi trabajo me demoré unos días más en contar, pero la reacción fue la misma. Nada me preocupaba, me sentía fuerte, feliz y preparada para los meses que venían. Seguir mi vida igual, mostrando mi barriga orgullosa, recorrer con ella cada espacio de mi cotidianidad y trabajar hasta el último momento antes de salir corriendo a la clínica. Planes hacemos y el futuro no sabemos.
Felices tres meses para mi. ¿Cómo fueron los tuyos?
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Julieta piñeresToysmart

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